Encuestas van, encuestas vienen, para evaluar tus conocimientos musicales, tu capacidad amatoria, tus gustos y hasta tus temores.
Respaldadas por universidades inexistentes o por organizaciones clandestinas, nos quieren comparar para ver cuántos incrédulos se sienten más fuertes después de contestar 823 preguntas sobre plagas bíblicas o si prefieren a las rubias o a las morenas.
Los charlatanes abundan y los que siguen creyendo en horóscopos, ángeles salvadores y dietas celestiales, también. Así que, para no quedarnos atrás, hemos desarrollado, en conjunto con el IESSPPAC, (Instituto de Estudios Superiores de San Pascual de las Pitayas, Asociación Civil) una encuesta para medir qué tan mexicanos somos. Es una encuesta profunda que, a ciencia cierta, no sabemos de dónde viene ni a dónde va.
Te pedimos que contestes de manera confidencial (puedes hacerlo por Facebook, para que no se entere nadie) y ver si cumples con los siguientes 20 requisitos para ser mexicano o mexicana hecho y derecho (o hecho e izquierdo, lo mismo da). Al final te evaluaremos para descubrir todo lo que te falta para ser heredero de Cuauhtémoc (el emperador, no el futbolista).
¿Listo? Aquí vamos. Contesta si, alguna vez, has hecho alguna de las siguientes 20 actividades:
1. Preparar un mole. No comerlo; no manchar la camisa y el mantel; prepararlo con todas las de la ley (con chocolate y todo). Es la prueba de fuego para quienes presumen de cocineros pero apenas saben asar un trozo de carne.
2. Pasar la noche del Día de Muertos en un panteón. Aguantar el frío, sentir la religiosidad, oler el incienso, esperar que lleguen los muertos por el pulquito, convivir con el México profundo.
3. Subir, en el mismo día, a la Pirámide del Sol y a la de la Luna, en Teotihuacan. Y nada de inventar pretextos sobre la ciática, las rodillas flojas o el mal de altura.
4. Vestirse de charro. Con sombrero, camisa, chaleco, chaqueta, corbata de moño, cinturón piteado, pantalón y botines. Te perdonamos las espuelas porque no se puede manejar si las traes puestas. No traigas pistola, pero a ver si aguantas el guitarrón. En damas, aplica la receta de china poblana.
5. Empujar una trajinera. Pasear es fácil, pero clavar la pértiga en el fondo y empujar cientos de veces mientras varios borrachos a tu alrededor cantan “El rey”, es para valientes.
6. Ir a una peregrinación. Y, si incluye pernoctar en el camino, cuenta doble. Más allá del folclor, adentrarse en el fervor del México real, que casi no sale en la tele, viajando por una fe que a ratos parece inexplicable.
7. Llevar serenata. Con mariachis o, al menos, con un trío. No importa que sea tu novia de ocho días o tu esposa de cuarenta años. Y, por cierto, la modernidad ya permite que las mujeres lleven “gallo”, aunque no sé si se le deba decir “llevar gallina”.
8. Comerse un chile habanero completo. La joya de la cocina yucateca se presenta brava, para retar tu valor. A mordidas, ánimo.
9. Cantar el Himno Nacional completo. No solamente el coro y la primera estrofa. Por si no lo sabes, después de quitarle una que ensalzaba nada más y nada menos que a Antonio López de Santa Anna, quedaron diez estrofas oficiales, más el coro.
10. Ir al palenque en la Feria de San Marcos. La fiesta más tradicional, en el sitio más concurrido. Si no te gustan las peleas de gallos (a mi me desagradan terriblemente), por lo menos escuchar a los grupos de moda. En el merito Aguascalientes, ¿dónde, si no?
11. Hacer una tortilla. A partir de la masa, producir el más mexicano de los alimentos. Parece fácil, pero requiere una técnica depurada.
12. Hablar tres frases en un idioma originario. Ya sea en náhuatl, en maya, en tarasco, en otomí, tú elige, pero aprende algo. Aunque sea “buenos días” o “muchas gracias”.
13. Nadar en un cenote. El origen de la vida en la península yucateca, paisajes mexicanos que quitan el aliento (también el agua helada te quitará el aliento, pero ya dijimos que somos muy machos).
14. Comer hormigas o chapulines. No sólo se trata de un platillo refinado, sino que además se pueden vivos. Pruébalos en Oaxaca, en Chiapas, en Puebla, en Guerrero. Buen provecho.
15. Ir el 12 de diciembre a la Villa. El centro de nuestra religiosidad nos permite sentir al pueblo que vive mayormente en la sombra. Puede sustituirse por el 12 de octubre en Zapopan o las fiestas de San Juan de los Lagos.
16. Tomar el transbordador de La Paz a Mazatlán o Topolobampo. La ruta marina que comunica el extremo del país, el vínculo de toda la vida con la península. Una noche en el mar, con fiesta, niños llorando, abuelas mareadas, algunos borrachos, música grupera… o sea, un verdadero placer.
17. Hacerse una limpia en Catemaco. Los brujos te quitarán –además del dinero– el mal de ojo, los embrujos, el mal de amores y hasta te dirán a cuál número apostarle en el Melate. A la orilla del lago, entre hierbas olorosas, surge la otra fe, la que se aferra a mitos y chamanes.
18. Un baile de pueblo. Con banda o huaracha, con salsa o tambora, como sea. Se anuncian en cualquier pared y son una delicia multicultural. Boletos $50, en taquilla $80, o sea que cómpralos antes.
19. Beber un vaso de pulque. Es cierto, es un poco (o un mucho) baboso; es cierto, se requiere estar un poco loco; es cierto, huele a… pulque; pero anímate, luego te lavas los dientes.
20. Construir una piñata. Con olla o sin olla, engrudo, papel de china de muchos colores, conos de cartón. Ni por accidente se te ocurra hacer una de Barney o de Snoopy, sino una tradicional.
Modo de calificar
De 0 a 4. Mecsicou what?
De 5 a 8. Eres tan mexicano como Mel Gibson.
De 9 a 12. No serás Juan Escutia, pero te defiendes en eso de la mexicanidad.
De 13 a 16. Como José Alfredo Jiménez, como el “Púas” Olivares, mexicano de abolengo.
De 17 a 20. Eres, casi casi, el águila del nopal. Felicidades.