La riqueza cultural de México yace en gran parte por la integración sincrética de diversas tradiciones y culturas, cuyos orígenes se remontan mucho antes de la era cristiana. En la región que actualmente comprende nuestro país se desarrollaron algunas de las grandes civilizaciones del mundo, como la olmeca, la mexica, la maya y la purépecha, cuyos avances culturales y tecnológicos fueron tan asombrosos como los que alcanzaron las grandes culturas del Viejo Continente. De entre los pueblos más importantes de Mesoamérica se encuentran los purépechas, quienes se asentaron principalmente en el actual estado de Michoacán. Esta cultura, al igual que la maya, ha pervivido al tiempo y las conquistas territoriales, espirituales y culturales. Quien visita Michoacán es testigo del fuerte arraigo de las tradiciones y costumbres purépechas en pleno siglo XXI. Sin necesidad de programas gubernamentales o independientes, los michoacanos naturalmente pasan del español al purépecha; tampoco es raro observar a mujeres jóvenes tejer mientras platican o a los hombres trabajando la madera o las lacas en alguno de los muchos talleres artesanales que caracterizan a esta región. En pocas palabras, el legado purépecha no solo se ve en sus artesanías, lengua, gastronomía o ciudades arqueológicas, se siente y se vive en cada uno de sus integrantes.
Quizá el testimonio más vital de esta cultura sea la pirekua, vocablo que en español significa “canción”, sin embargo, esta definición etimológica no describe en su totalidad el profundo significado de esta práctica. La pirekua más que una canción es un género musical pero también literario, pues combina música y danza con poesía y canto. Aunque se desconoce el origen preciso de esta tradición, es claro que es el resultado de la mezcla cultural indígena y castellana, el contenido de las canciones habla sobre inquietudes del pueblo, noticias relevantes para la comunidad o sentimientos y pasiones universales, tal y como lo hicieran los juglares de la España medieval.
En el esquema rítmico de la pirekua se halla la verdadera esencia indígena, pues posee un ritmo lento y cadencioso, compuesto por un patrón de cuatro valores irregulares dentro de un compás ternario, denominado cuatrillo, sin el cual no sería música purépecha. Tradicionalmente este género se canta de manera individual, acompañado de una guitarra; en dueto o en trío con guitarras y un requinto; o bien, en grupos corales, orquesta de cuerdas y orquestas mixtas.
Estos cantos más que amenizar son los protagonistas de las fiestas religiosas y civiles, pero también cuando se finaliza una cosecha o en certámenes artísticos, en donde los pireris y pirerichas más sobresalientes de la región hacen gala de sus voces y habilidades poéticas. Los pireris (hombres) y pirerichas (mujeres) son la voz de la pirekua, actualmente conforman un gremio de importante tradición, principalmente en los pueblos de Zacán, Paracho, Angahuan, Charapan, Chilchota, Zicuicho, entre otros. Su labor es la de cantores itinerantes dentro de sus comunidades, ya que se encargan de comunicar las noticias que suceden en otras latitudes de la región, así como mensajes de amor entre pueblo y pueblo.
Así, la pirekua más que un canto es la manifestación de una cultura milenaria que se mantiene viva a través del arte, en cada estrofa, en cada compás y en cada una de las voces que hacen de esta tradición una forma de vida.