Históricamente, la industria cinematográfica nacional ha sido sumamente irregular. Algunas de sus etapas han sido brillantes, otras han quedado en las buenas intenciones, se ha dado el caso también de que el derrumbe ha sido monumental, e incluso, en diversos momentos, se ha vislumbrado con esperanza un cierto renacer.
Lo cierto es que durante todas estas etapas al cine mexicano no le ha faltado variedad. No siempre con buenos resultados, pero por la pantalla grande han desfilado cintas de prácticamente todos los géneros.
Incluso, y es el caso que quiero mencionar ahora, el cine nacional se ha inspirado también en algunos libros. Diversas adaptaciones de novelas, cuentos, ensayos e incluso investigaciones y testimonios de denuncia le han dado forma y sustancia a nuestras producciones.
Veamos ahora algunos ejemplos: películas mexicanas que han nacido gracias a que un autor publicó un libro. Mi selección, como siempre, es absolutamente personal y arbitraria. Comencemos.
Héctor Belascoarán Shayne es el nombre del detective chilango creado por el escritor Paco Ignacio Taibo II. Su serie de aventuras, publicadas originalmente entre 1976 y 1993, le ha dado vida a cinco películas hasta ahora: Días de combate y Cosa fácil, ambas filmadas en 1979 y ambas también dirigidas por Alfredo Gurrola, con Pedro Armendáriz hijo como el tuerto detective. Las tres restantes corrieron a cargo de Televicine. Esta vez, el actor que encarnó a Belascoarán fue Sergio Goyri, y los libros elegidos fueron Algunas nubes, Amorosos fantasmas y una nueva versión de Días de combate.
Jorge Ibargüengoitia es uno de los autores más grandes que ha dado nuestro país. Una de sus novelas más disfrutables, Estas ruinas que ves, fue trasladada al cine en 1979. La provinciana y no tan ficticia ciudad de Cuévano es la protagonista principal de esta cinta, en la que Pedro Armendáriz comparte papeles con una excepcionalmente bella Blanca Guerra.
Algunas fuentes afirman que la película Las poquianchis, de Felipe Cazals, también está inspirada en una obra de Ibargüengoitia, pero no es así. La cinta fue rodada en 1976, en tanto que el escritor publicó su novela Las muertas un año después. La confusión se debe a que ambas tratan sobre el caso de las hermanas González Valenzuela, quienes mantenían una red de prostitución en El Bajío, mismo que era protegido por las autoridades locales. El escándalo se destapó al hallarse varios cuerpos de mujeres mandadas a asesinar por las hermanas.
La obra de Juan Rulfo ha inspirado a diversos cineastas. Su inmortal novela, Pedro Páramo, fue adaptada al cine por Carlos Fuentes y dirigida por el director español Carlos Velo en 1967. Resulta por demás curioso que el célebre cacique de Comala haya sido encarnado por un actor estadounidense: John Gavin, quien años después sería embajador en nuestro país durante el gobierno de su presidente Ronald Reagan.
Otras producciones inspiradas en la obra de Rulfo son El rincón de las vírgenes (1972), de Alberto Isaac, basada en los cuentos Anacleto Morones y El día del derrumbe, y Los confines (1987), dirigida por Mitl Valdés, adaptación de los cuentos Diles que no me maten y Talpa, así como de algunos fragmentos de Pedro Páramo.
Siguiendo con el autor jalisciense, no podemos olvidar El gallo de oro (Roberto Gavaldón, 1964) ni El imperio de la fortuna (Arturo Ripstein, 1986), ambas basadas en la novela corta El gallo de oro, escrita entre 1956 y 1958, pero publicada hasta 1980.
De igual modo, destaca Purgatorio (2008), de Roberto Rochín, que llevó al cine los cuentos Pedazo de noche, Cleotilde y Paso del Norte.
El cine mexicano, en su mejor época, inmortalizó dos novelas del venezolano Rómulo Gallegos: Doña Bárbara y Canaima. La protagonista de la primera no podría haber sido nadie más que María Félix. De esta película, dirigida por Fernando de Fuentes, fue precisamente de donde María obtuvo su inmortal sobrenombre, “La Doña”. Con Canaima sucedió algo similar. Las características de Marcos Vargas, el héroe principal, parecían describir de pies a cabeza la altanería de Jorge Negrete, y así quedó demostrado con la excepcional cinta estrenada en 1945: Canaima (El dios del mal).
Por cierto que Jorge Negrete era un lector formidable. Como dato curioso, solía entregarles pilas de libros a sus novias, para tener algo que platicar con ellas. Este amor por la literatura lo hizo empeñarse en interpretar al espadachín Enrique de Lagardere, personaje creado por el escritor francés Paul Féval en el libro El Jorobado (1857). Negrete se caracterizó de este peculiar aventurero en la cinta homónima de 1943.
Una de las joyas de nuestro cine es Ensayo de un crimen. Filmada en 1955, bajo la dirección de Luis Buñuel, la película se basa en el libro del mismo nombre escrito por Rodolfo Usigli, quien es considerado el padre del teatro mexicano moderno. La cinta, conocida también como La vida criminal de Archibaldo de la Cruz, se volvió célebre gracias a las impecables actuaciones de Miroslava Stern y Ernesto Alonso, pero también a su leyenda negra, pues se asegura que la escena final predijo el terrible destino que le aguardaba a Miroslava, la hermosísima actriz checoslovaca que se suicidó semanas después de terminar el rodaje.
Siguiendo con las películas inmortales, debemos mencionar Macario, del enigmático escritor B. Traven, de quien no se sabe con certeza nada, pues él mismo se empeñó en volverse un misterio. Se cree que nació en Alemania; se cree falsamente que se llamaba Bruno. Lo cierto es que una de sus obras más conocidas fue precisamente Macario, escrita en 1950 y filmada nueve años después. Traven no es precisamente el autor de esta novela, sino que se trata de una leyenda que existe en prácticamente todos los rincones del mundo. No obstante, la película, con Ignacio López Tarso a la cabeza del reparto, se ha convertido un clásico desde su estreno.
Otras obras de Traven trasladadas a la pantalla mexicana son La rebelión de los colgados (1954), de Alfredo B. Crevenna; Canasta de cuentos mexicanos (1955), dirigida por Julio Bracho; Rosa Blanca (1961), bajo la batuta de Roberto Gavaldón, y Días de otoño (1962) del mismo Gavaldón.
La extraordinaria novela de José Revueltas, certeramente titulada El apando, dio origen a la cinta homónima de 1975. Con guión del propio Revueltas en colaboración con José Agustín, y dirigida por Felipe Cazals, se considera una de las mejores producciones del cine nacional.
Sucede algo semejante con La perla (1945), pues se trata sin duda de una de las más altas cumbres de nuestra cinematografía. Basada en la novela The Pearl, del escritor estadounidense John Steinbeck, en torno a ella existen varios datos a destacar: incluso antes de que el libro se publicara en su país natal, Steinbeck se lo entregó a una dupla mexicana para que lo trasladaran al cine: al director Emilio Fernández y al fotógrafo Gabriel Figueroa. La cinta se filmó en dos versiones, una en inglés y la otra en español. Fue la primera película hablada en español que recibió un Globo de Oro. Los protagonistas son Pedro Armendáriz y María Elena Marqués. Steinbeck sería reconocido con el Premio Nobel de Literatura en 1962.
Otros muchos libros han dado origen a películas mexicanas de muy diversos temas, entre ellos, La tregua, del uruguayo Mario Benedetti; Picardía mexicana, de Armando Jiménez; Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta; Los albañiles, de Vicente Leñero; El callejón de los milagros, del egipcio Naguib Mahfuz; Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco; El lugar sin límites, del chileno José Donoso; México insurgente: la revolución de 1910, del periodista estadounidense John Reed; Doña Perfecta, del español Benito Pérez Galdós; Como agua para chocolate, de Laura Esquivel; Chin chin el teporocho, de Armando Ramírez; Las glorias del gran Púas, de Ricardo Garibay; y Santa, de Federico Gamboa, que cuenta con cuatro versiones cinematográficas, de las cuales dos son las destacables: la de 1931 estelarizada por Lupita Tovar y que fue la primera cinta sonora del cine mexicano, y la muy bien lograda de 1943, con Esther Fernández.
Sin lugar a dudas, la cinematografía nacional ha atravesado severos altibajos a lo largo de su historia, pero una cosa es cierta: siempre nos ha regalado una importante variedad de temas.