En el renacimiento, el arquitecto era un artista completo, poseedor de conocimiento técnico y con la cultura necesaria para realizar obras que han trascendido al tiempo. Teodoro González de León es, en cierto sentido, un personaje renacentista que cuenta con estas cualidades y, además, las aplica en su arte, su arquitectura, su plática y su escritura. Nacido en la Ciudad de México (1926), es arquitecto por la UNAM (1947). Al terminar la escuela –no sin antes ser parte del equipo que creó el proyecto conceptual inicial de Ciudad Universitaria– se fue a Francia y trabajó en el despacho del arquitecto suizo Le Corbusier, durante 18 meses, una experiencia que lo enriqueció y marcó fuertemente. Regresó a México y comenzó un ejercicio profesional independiente que, a lo largo de casi 60 años, le ha permitido contribuir a conformar su ciudad natal –algunos de sus edificios son hitos urbanos, referencias obligadas en el paisaje y perfil de la Ciudad de México: Conjunto Arcos Bosques y Reforma 222–; dejar su huella en diversos puntos del país como Villahermosa Tabasco, con el Parque Tomás Garrido y la Biblioteca Pública, y trascender fronteras como en el caso de la Embajada de México en Berlín. Su obra posee la cualidad de ser, en algunos casos, producto de un esfuerzo en equipo, lo que le llevó a colaborar con dos protagonistas de la arquitectura mexicana como Abraham Zabludovsky (Museo Tamayo, Auditorio Nacional) y Francisco Serrano (Embajada de México en Berlín, Parque Tomás Garrido). Sus edificios cuentan siempre con una expresión contundente, sensible y funcional, poseen la cualidad fríamente calculada por su autor, de sortear el paso del tiempo de la mejor manera, apropiándose de sus huellas e integrándolas para formar parte intrínseca en ellos. Es mexicano y universal en sus referencias espaciales y formales, a la vez utilizando el talud de la arquitectura precolombina que el manejo de perspectiva del renacimiento.
Ante la imposibilidad de reflejar su obra completa como arquitecto hemos seleccionado tres ejemplos de ella. En la selección, el criterio fue reflejar una evolución, abarcando tres décadas diferentes, tratar con inmuebles de uso público susceptibles de ser visitados e insertados en un mismo territorio urbano, la Ciudad de México: los años ochenta con el Museo Tamayo, los noventa con la Escuela Superior de Música y la primera década del siglo XXI con el Centro Cultural Bella Época. De ellos proporcionamos breves fichas informativas y descriptivas de la experiencia espacial.
Quisiera concluir esta introducción mencionando que Teodoro González de León es también artista plástico, el conjunto de su obra: arquitectura-escultura-pintura se expuso en el Museo Tamayo en 1996. Sus textos transmiten de manera accesible el conocimiento del fenómeno urbano que la experiencia profesional y su bagaje de información le dan. Es integrante del Colegio Nacional, la institución que desde 1943, reúne la élite de 40 mexicanos eminentes que “representen la sabiduría de la época a fin de alabar y enaltecer sus méritos y canalizar la riqueza de su conocimiento hacia sus ciudadanos, para fortalecer así la conciencia y unidad de la Nación perpetuada en generaciones sucesivas de personas relevantes por su ciencia y sus virtudes”.
Museo Tamayo Arte Contemporáneo
(En colaboración con Abraham Zabludovsky)
El proyecto inició en 1972 y se inauguró en 1981. Ubicado en el Parque Chapultepec, a un costado del Museo Nacional de Antropología, alberga la colección que el artista oaxaqueño Rufino Tamayo legó a México, de la que el edificio en sí forma parte.
La experiencia comienza con la aproximación al sitio; el museo se pierde entre el bosque joven que le rodea, por dos razones: se ubica a 150 metros del Paseo de la Reforma, y su conformación a base de taludes cubiertos de vegetación en tres de sus lados, una clara reminiscencia a la arquitectura precolombina que en las hábiles manos de sus autores resulta en esta arquitectura que se funde con el entorno, dejando claro el ingreso que tiene un gesto fuerte de jerarquía, en la única de sus fachadas perpendicular al suelo. Todos sus muros y piso están hechos en concreto cincelado aparente. Para ingresar subimos una ligera escalinata, y pasamos bajo la grapa que se encuentra a 45 grados con el volumen de fachada. Una vez adentro y sin mucho preámbulo se ingresa hacia las salas de exposiciones o bien bajamos por una rampa hacia el espacio a doble altura que es el patio central cubierto e iluminado por tres tragaluces de la longitud total del patio, en este punto se siente un cambio de escala que enriquece la experiencia espacial, la hace variada.
El museo ha envejecido con dignidad, sus muros de concreto muestran la presencia del tiempo. Las necesidades museísticas han impulsado a su patronato para promover un proyecto de ampliación que fue diseñado por el mismo Teodoro González de León y que será concluido en 2010. El arquitecto tiene la oportunidad de intervenir su propia obra casi 30 años después.
Conoce más sobre los proyectos arquitectónicos de Teodoro González de León, en nuestra edición no. 22 de Mexicanísimo: http://www.mexicanisimo.com.mx/tienda/numero-22/#revista-22