“El mar desnuda las almas de los hombres”.
En febrero de 2009, publicamos en la revista impresa “La conquista de México en un kayak”. Abraham Levy había logrado una gran hazaña: recorrer toda la costa mexicana en un kayak, es decir navegar 11,112 kilómetros en una pequeña embarcación, impulsado únicamente por su propia fuerza y cargando apenas lo indispensable para la supervivencia.
Casi seis años después, Levy se trazó un nuevo objetivo, un reto mayor: seguir los pasos de los grandes exploradores cruzando el Océano Atlántico, en un bote de remo oceánico pero completamente solo.
Así, el remero zarpó del Puerto de Palos, España, el 21 de octubre de 2014, siguiendo el camino que alguna vez emprendiera Cristóbal Colón. “La cascarita” –como llamó Levy al bote– estaba equipada con un compartimiento hermético para almacenar más de 700 kilos de alimentos deshidratados para el viaje, un equipo de localizador GPS y un teléfono satelital para emergencias.
“Si sabes a dónde vas y remas todos los días apuntando hacia allá, cada palada estarás más cerca”.
Después de 106 días de travesía por las aguas atlánticas, Abraham arribó a costa mexicanas, a la Marina Chac-Chi de Cancún, convirtiéndose en el primer hombre en recorrer remando y en solitario los 9,000 kilómetros entre tierra y tierra.
La aventura del centenar de días, además de la soledad, la distancia, incluyó enfrentar las adversidades del tiempo, la total oscuridad de las noches y mantener el flote y rumbo. Levy se consolidó como un guerrero de la mar y de la vida, conquistando un sueño más. “Si algo me da miedo, que considero algo sumamente peligroso es dejar tus sueños para después, creyendo que la vida te va a dar la oportunidad de llevarlos a cabo más adelante”.