Siempre he pensado que la esperanza que mueve al hombre a seguir adelante no emana de una visión del mundo entusiasta y positiva, sino de la laceración de la existencia vivida. El dolor resultante crea una irrefrenable necesidad de cambiar la realidad. Es entonces cuando la esperanza surte efecto y genera posibilidades de transformación que motivan al hombre a resistir las adversidades que su entorno le impone. La esperanza y el desencanto son dos caras de una misma moneda, una no existe sin la otra, ambas se definen por ser contrarios que se complementan, y en esta oscilación, cada uno de nosotros intentamos satisfacer nuestras carencias, cumplir nuestros anhelos y así, buscamos la manera de sobrevivir a la inclemencia, de encontrar atisbos de luz y serenidad a pesar de la tormenta.
Este sentimiento fluctuante es el que signa a los personajes de Desterrados (Era, 2013) libro de cuentos de Eduardo Antonio Parra. Autor cuya narrativa se ha caracterizado por retratar los entornos, las personas y las problemáticas que acontecen en ciudades del norte de México como Ciudad Juárez, Monterrey o El Paso. Así, en sus relatos encontramos congales donde tanto gringos como obreros se regocijan con la belleza de las bailarinas y el frío de las cervezas, hombres que han probado todos los placeres de la vida excepto el de morir, amigos cuyo resentimiento hacia el país vecino los lleva a jurar la muerte de cualquier gringo que cruce su camino, prostitutas y ficheras que se juegan la vida entre el sexo, el alcohol y la violencia. Migrantes, campesinos, vagabundos, viudas, teporochos, sicarios, travestis y policías son los protagonistas de los cuentos de Parra, sujetos marginados que sólo en el espacio textual adquieren voz y nombre.
A lo largo de los quince cuentos que componen este libro podemos percibir el heterogéneo tratamiento que Parra elabora de la idea de destierro, concepto que bajo su vertiginosa pluma adquiere múltiples caras y aristas. Es así que cada uno de los protagonistas de los relatos vive un tipo particular de destierro, ya sea geográfico como en “El caminante”, social y urbano como lo es en “Nadie” o económico como el caso de “En la orilla” y en “El hombre del costal”. Es decir, los desterrados no sólo son aquellos que han tenido que moverse de su tierra, de su espacio o de su entorno por circunstancias adversas, sino también aquellos a quienes los han despojado de sus esperanzas como a los protagonistas del cuento “El despertar de la calle”, o de su familia como le sucede a María José en “La costurera” y a Lauro en “La madre del difunto”, o hasta privados de sus placeres más carnales como en “Calor callado”, “Mal día para un velorio” y “Paréntesis”, todos personajes que se debaten entre la esperanza y la realidad abrupta que les tocó vivir, y que intentan buscar resquicios de utopía allende la frontera que supone el Río Bravo o el desierto, pero también más allá de los límites de su propia existencia, de lo establecido por la sociedad, de las máscaras impuestas por las buenas costumbres.
La condición de desterrados genera un sentimiento de orfandad, soledad, desarraigo y desesperanza, que orilla a los personajes a experimentar los limites en su existencia misma, esto es, a explorar las emociones más profundas de la humanidad. Cuando comienzan a llenar sus vacíos y satisfacer sus carencias resulta ser siempre en el terreno de lo prohibido, de lo ilícito, en ese espacio y momento en donde las reglas pierden todo sentido, dando lugar a los instintos más inherentes y primarios de la naturaleza humana. Son, como lo dice el mismo Parra, los “momentos límite en donde el hombre se despoja de todas sus máscaras […] y me gusta poner a los personajes ahí porque entonces se acaba toda esa serie de prejuicios, de educación, de máscaras, de disfraces y actúan tal y como son en pura esencia.”
Lo interesante y lo destacable de la literatura de Eduardo Antonio Parra es la capacidad de comprometer al lector con los personajes y sus historias a un nivel que nos cimbra y duele lo que les sucede. Sujetos como Vikingo, el protagonista de “Nadie” encontramos en cada esquina de la Ciudad de México, campesinos en las orillas de la carretera vemos cada que emprendemos un viaje por tierra, escuchamos historias miles de migrantes que se juegan su suerte con tal de vivir the american way of life, o de hombres que hartos de la rutina matrimonial buscan el desahogo que supone la infidelidad, pero ¿qué diferencia a estas muchas historias del día a día de las que leemos en Desterrados?, precisamente esa capacidad de interiorizar en los pensamientos y sentimientos más hondos de los protagonistas, a quienes Parra dota de cara y nombre, para dejar de ser un vagabundo, un migrante, un campesino, un marginado más.
Es el efecto envolvente y realista, tanto del lenguaje como de la estructura narrativa de los cuentos de Parra, lo que propicia la compenetración del lector con los personajes y sus universos abyectos, a un grado tal que sus historias traspasan el texto y, como toda buena literatura, turban al lector de tal modo que sufre una transformación, con la certeza de que al cerrar el libro ya no será el mismo.
Eduardo Antonio Parra, Desterrados, Era / Universidad Autónoma de Nuevo León / Universidad Autónoma de Sinaloa, México, 2013.