Muchas son las formas en las que podemos conocer la historia de México. A través de libros, películas, leyendas o fotografías, pero también por los edificios y construcciones que hasta la actualidad conservamos en nuestro país. Verdaderos sobrevivientes del tiempo, guerras, batallas e, incluso, de las modas arquitectónicas y urbanísticas. No obstante, muchas veces, es el olvido el enemigo contra el cual más luchan. Por ello, vamos a recordar a uno de los edificios más icónicos de la colonial ciudad de Guanajuato pero, sobre todo, de la Independencia de México, me refiero a la Alhóndiga de Granaditas.
El origen de esta construcción se remonta a finales del siglo XVIII, época en la que la ciudad que la alberga era una de las más importantes en cuanto a la economía minera y agropecuaria se refiere. Por lo que en 1797, el español Juan Antonio Riaño y Bárcenas, como intendente de la ciudad de Guanajuato, mandó edificar un almacén de granos que abasteciera a la población guanajuatense. Así el 7 de noviembre de 1809 nació la Alhóndiga de Granaditas, cuyo nombre proviene del árabe que significa almacén o mercado; y “granaditas”, voz popular que se le asignó por su función de guardar granos. Sin embargo, ocho meses después este depósito se convirtió en el escenario de la primera victoria del ejército insurgente.
En los albores de la lucha independentista, el 28 de septiembre de 1810 para ser más exactos, el ejército insurgente –conformado en su mayoría por mineros de la ciudad y encabezados por Don Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo – tomó la ciudad de Guanajuato, por lo que las tropas realistas comandadas por el mismo Juan Antonio Riaño para resistir a los ataques, deciden acuartelarse en la Alhóndiga. En esta parte del relato los datos históricos se mezclan con la leyenda, pues se dice que un minero llamado Juan José de los Reyes Martínez, mejor recordado como “el Pípila”, se armó de valor y se puso sobre su espalda una loza de piedra para protegerse del fuego cruzado, mientras que en la mano tomó una antorcha.
Corrió abriéndose paso entre los disparos hasta llegar a la puerta principal del edificio, a la cual le prendió fuego, logrando que los insurgentes entraran a la Alhóndiga y derrotaran al ejército realista. Verdad o mentira, el hecho es que esta victoria significó el primer paso de éxito hacia un México independiente. Después de este gran suceso, la Alhóndiga también sirvió de cuartel en otra importante batalla de la historia de nuestro país: la intervención francesa. Asimismo, el emperador Maximiliano la convirtió en cárcel, hasta que en 1945 reabrió sus puertas pero ahora como museo, función que hasta la actualidad conserva bajo el nombre de Museo Regional de Guanajuato. En él se pueden visitar salas que comprenden distintas épocas históricas de la ciudad, desde figurillas prehispánicas que se encontraron en la zona, hasta los retratos hechos por Romualdo García, pionero de la fotografía en Guanajuato. Así, visitar este emblemático edificio es un verdadero viaje a través del tiempo y la historia no sólo de una de las ciudades más bellas de México, sino del país entero.