Construida en los años cincuenta para alojar la compañía de Seguros Latinoamericana S.A., la torre y mirador que vigila los primeros cuadros del Centro Histórico de la Ciudad de México fue un proyecto que estuvo a cargo del arquitecto Manuel de la Colina, quien diseñó originalmente un edificio de 25 pisos. Sin embargo, el arquitecto Augusto Álvarez sería el impulsor de un nuevo esquema de construcción al convencer al director de la compañía de alcanzar una mayor altura, por lo que se tomó la decisión de edificar un rascacielos de 183 metros con 45 pisos.
Así, la construcción inició en febrero de 1948 y finalizó a principios de 1956, siendo inaugurada de manera oficial el 30 de abril del mismo año junto con la mudanza de la aseguradora, la cual ocupó los pisos 4 al 8. El resto del edificio se ofrecía en renta y fue equipado con ocho elevadores de alta velocidad, que en su momento fueron los más rápidos del mundo; y con un mirador público, ubicado en el piso 44, que sigue siendo uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad.
En su momento fue el edificio más alto de la capital, además fue el primero en ocupar, a nivel internacional, vidrio para cubrir la estructura que pesa alrededor de 24,100 toneladas, sin contar el peso de tuberías, láminas y lámparas. El 28 de julio de 1957, la Torre Latinoamericana pasó la prueba de fuego al soportar un sismo, por lo que se hizo acreedora del premio otorgado por el Instituto Americano de la Construcción de Acero “al edificio más alto jamás expuesto a una fuerza sísmica de tal magnitud”. También el 19 de septiembre de 1985, la torre resistió sin complicaciones técnicas otro sismo de 8.1 grados en la escala de Richter, provocando daños menores en la estructura de 28,000 metros cuadrados.
A través de los años, el edificio inspirado en el Empire State Building de Nueva York, ha sido incorporado a programas de rescate del Centro Histórico, remodelando sus acabados, instalaciones, muebles, muros, cancelería y cristales, todo con el fin de estrenar imagen, tal y como sucedió en 2006, en el marco de su 50º aniversario. También, en el piso 37, se instaló una cafetería y se abrieron al público los pisos 38 al 44. Asimismo se amplió la escalera de acceso del piso 43 al 44, además de instalar un museo en el piso 38, en donde exponen fotos, maquetas y planos, como parte de la exposición “La ciudad y la torre a través de los siglos”.
En la esquina privilegiada que forman las calles de Francisco I. Madero y el Eje Central Lázaro Cárdenas, el vigía del Centro Histórico ya no ostenta el título del rascacielos más alto de la ciudad, pero ofrece un panorama de ensueño a quien visita, como diría el escritor Carlos Fuentes, la región más transparente.