El origen de este mexicanísimo platillo se remonta hasta tiempos prehispánicos. Su nombre proviene del náhuatl pozolli, “espuma”, debido a que los granos de maíz cacahuazintle –base de este manjar mexicano– se abren como flor y producen una espuma.
Según cuenta, fray Bernardino de Sahagún, en su Historia General de las Cosas de la Nueva España, durante las fiesta en honor del dios Xipe, el emperador Moctezuma comía un pozole que incluía carne humana, gracias a algún sacrificio.
Hoy en día se consume especialmente en las fiestas patrias o para una buena cruda, a lo largo y ancho de todo el país, aunque los más famosos están en la Ciudad de México, Guerrero, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Tepic y Colima. Los hay de pollo o de carne; verde, blanco o rojo; de acuerdo con los diversos modos de preparación y, generalmente, se acompaña con cebolla, rábanos, lechuga y chile.
Su preparación es muy sencilla. Básicamente, se remoja el maíz, se pone en una olla de barro y se cuece con cal hasta que suelte el pellejo. Ya sin pellejo, se coloca en una olla con agua, se añade ajo y cebolla y se deja hasta que abran los granos. La carne se cuece por separado. Más tarde se le agrega la carne, con todo y caldo, a la olla del maíz. Los chiles se licuan aparte y se agregan para dar sabor y coloración