Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón… Del 16 al 24 de diciembre, durante los nueve días que se inscriben en el novenario de la Navidad, los mexicanos celebramos y revivimos las tradicionales posadas. Según algunas versiones son puramente mexicanas, aunque existen otras que afirman que provienen de Andalucía, España.
Sus antecedentes datan de las misas de Aguinaldo, en la época colonial, cuyo sentido era lograr mejor adoctrinamiento de los naturales. La primera de estas misas ocurrió en el poblado de San Agustín de Acolman en 1587, gracias a los buenos oficios de fray Diego de Soria ante el papa Sixto V.
Las posadas tienen una relación con las festividades en honor a Huitzilopochtli, el dios más importante de los mexicas, asociado con la guerra, pero también con el sol. Tales fiestas se realizaban en el mes de diciembre. Empatar con ellas las misas de Aguinaldo explicaría por qué éstas fueron aceptadas entre la población y, convertidas posteriormente en nuestras posadas que adquirieron tanto arraigo y personalidad propia.
A lo largo de los siglos, las posadas se han ido transformando, pasaron de los atrios de las iglesias a los pueblos, a las casas, con lo que lograron mayor participación y popularidad. A tal grado han sido escandalosas en nuestra historia que, en 1808, fueron prohibidas por el arzobispo de la época, lo que como bien nos consta, no prosperó.
Calles, plazas, barrios, vecindades y casas profusamente adornados –principalmente con farolitos de papel de los que cuelga heno–, son los espacios en que ocurre la representación del relato sobre el largo y penoso peregrinar de José y la Virgen María, ya embarazada, hacia Belén desde Nazareth, para empadronarse en el censo ordenado por César Augusto.
A lo largo de su recorrido, los peregrinos pasan por numerosas penurias; piden posada de puerta en puerta y se les niega. Para cada posada se conforman dos grupos integrados por todos los asistentes a la fiesta: el de los Santos Peregrinos, que permanecen fuera de la casa; y el de quienes niegan o, finalmente, otorgan posada, que están dentro de ella.
Un popular canto es entonado, correspondiendo unas estrofas a los que están fuera y otras, a manera de respuesta, a los que están dentro. Consiste en la petición, por un lado, de alojamiento y, por el otro, en su negación y, finalmente, aceptación. En este momento, se abren las puertas de la casa y da inicio la fiesta en grande. Se reparten canastitas con dulces o colación, silbatos, espantasuegras, luces de bengala, cohetes, buscapiés.
*Con base en el artículo “Navidad a la mexicana”, de Anna Goycoolea, publicado en el número 34 de Mexicanísimo.