Fotos: Calli
La presencia de las esferas en los aparadores, hogares y calles guarda muchos significados: el término de un año intenso, el recuerdo de la reunión familiar, o simplemente formar parte de la indumentaria navideña. Sin embargo, para los habitantes de Chignahuapan y Tlalpujahua, también simboliza el fruto de un oficio realizado durante todo el año que nutre a los arbolitos de rincones nacionales y del mundo.
Al andar
Tras recorrer hermosos paisajes dibujados de pinos en que la niebla juega a subir y bajar por el camino, se llega a Chignahuapan, una pequeña urbe poblada de calles estrechas de las que surgen construcciones pretéritas. Entre piedras, asfalto y cemento, el ruido del comercio y una aromática barbacoa al hoyo, surge la Basílica de la Inmaculada Concepción, templo que alberga la obra del artista José Luis Silva, una colosal escultura de 14 metros de altura, considerada la más grande de Latinoamérica bajo techo. Cerca del centro, donde las panaderías presumen creaciones memorables, se encuentra la Parroquia de Santiago Apóstol, en la que se debe hacer una pausa para contemplar los trazos de las figuras esculpidas en el siglo XVI de su colorida fachada. Al salir de las calles, no muy lejos, se ubica Quetzalapan, donde las tirolesas y la comida al aire libre complementan el camino labrado de piedras cuesta abajo que conduce a una bella cascada de más de cien metros. Otro punto, perfecto para ir entre semana, es el hotel de aguas termales de Chignahuapan, ubicado en el fondo de una cañada, dotado de vistas rocosas y alrededor de cien piscinas.
Na-vi-dad, na-vi-dad…
De acuerdo con la tradición, el uso de estos adornos tal y como los conocemos es producto de una costumbre europea de la Edad Media que evolucionó: lo que antes fueron manzanas colgando en un árbol, hoy en día son figuras diferentes en simetría, colores variados y distintos materiales, como las creaciones en vidrio que realizan maestros artesanos de ambas poblaciones. En el caso de Chignahuapan, un municipio ubicado en la Sierra norte del estado de Puebla, a unos 200 kilómetros de la Ciudad de México, desde hace más de tres décadas, las esferas llegaron con Don Rafael Méndez Núñez, quien montó el primer taller con unos cuantos artesanos. Con el paso de los años, los rincones de esta población han llegado a tener más de cien talleres familiares que actualmente se dedican a la elaboración y venta de esferas cuyos diseños son renovados cada año y sus calles cuentan con varios locales especializados en la materia, especialmente la calle Romero Vargas, en el centro.
Riqueza de abolengo
Tlalpujahua, por su parte, está ubicada al noroeste del estado de Michoacán y está catalogado como Pueblo Mágico. Es una delicia recorrer las callecitas empedradas, dotadas de casitas multicolores de techos carmesí que parecen conversar con los aires tranquilos que inundan el azul del cielo adornado por construcciones barrocas como el Santuario El Carmen, uno de los más hermosos templos construidos en la primera mitad del siglo XVII. Este antiguo centro minero, considerado como uno de los principales durante la Colonia, es uno de los cinco productores de esferas navideñas más importantes del mundo. El trabajo del señor Joaquín Muñoz, iniciador de este oficio hacia la década de los sesenta, dejó fuertes cimientos en los artesanos que trabajaron en el pequeño taller que con los años se transformó en Adornos Navideños S.A. de C.V., la empresa más grande de Latinoamérica en su ramo. Además de ésta, se ubican otra fábrica y talleres familiares en diferentes puntos de Tlalpujahua que, al igual que el municipio de Puebla, brinda magníficos espacios a quien le visita, como el Museo Tecnológico minero del siglo XIX, donde habita la mina Las Dos Estrellas, la más productiva de oro a nivel mundial entre los años 1905 y 1913, ideal para tratar a fondo lo concerniente al socavón. Por otra parte, existe la Presa Brockman, dedicada a quienes aprecian las caminatas por el escenario de bosque en el que se puede acampar o quedarse en alguna de las cabañas situadas en este lugar, cerca de las aguas frías que tanto invitan a contemplarlas sobre una lancha, para pescar, o simplemente dejar que se escapen las horas en el aire de esta población donde el tiempo se quedó a descansar.
Calendario
Invierno o primavera, en realidad no importa, en ambas poblaciones, el viento se transforma en cristal con más de 200 formas para decorar chimborros, chilacas, paletas, torcidas, bolas u otros modelos de esferas que año con año esperan colorear un árbol más.