Era 16 de abril de 1964, en punto de las 6:20 de la mañana, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez se persigna y da la orden para que el convoy que cargaba las 167 toneladas del dios Tláloc avanzara del pueblo de San Miguel Coatlinchán, en Texcoco, rumbo a la Ciudad de México.
El pueblo entero se rebela. En un intento por sabotear la operación, comienza a lanzar piedras al camión que traslada a la “piedra de los tecomates”, como la llaman en Coatlinchán, ponchan llantas, rompen vidrios y cortan los cables que sostenían a la majestuosa deidad. Sin embargo, sus intentos son vanos, Tláloc debe llegar a su destino: el Museo de Antropología e Historia.
La Piedra Ausente (2013) dirigido por la antropóloga Sandra Rozental y el cineasta e historiador Jesse Lerner, es un documental que reconstruye la crónica de aquel mítico traslado de Tláloc, el dios de la lluvia, a partir de los recuerdos de los pobladores de Coatlinchán (donde originalmente se encontraba) y de los autores intelectuales de la operación: el arquitecto del Museo de Antropología, Pedro Ramírez Vázquez y el ingeniero Enrique del Valle Prieto, encargado de crear la infraestructura adecuada para cargar y remover al majestuoso monolito.
Este documento visual da cuenta, a través de la polifonía de voces y perspectivas, las discrepancias que se generaron a partir de este suceso, pues, por una parte, presenta el sentir de los habitantes de Coatlinchán, quienes tenían una relación especial con la piedra, era su mayor atractivo, su deidad pluvial, era lo que les daba identidad y les recordaba de dónde venían y de quiénes eran herederos; pero por otra, está el discurso oficial del Estado mexicano que, en la segunda mitad del siglo XX, en el auge de la creación de museos, buscaba mostrar, para México y el mundo, el importante valor histórico y arqueológico del legado prehispánico. Por ello, la piedra de Tláloc era una pieza importantísima para completar la máxima obra que suponía la construcción del Museo de Antropología e Historia.
Así, La Piedra Ausente, a través de un lenguaje visual irreverente, revela la historia extraoficial detrás de un acontecimiento poco conocido, así como las contrastantes versiones que existen sobre él. El mismo Jesse Lerner afirma que el título del largometraje es una ironía, ya que la piedra, de una u otra forma, permanece en el pueblo, pues la imagen de la deidad se encuentra plasmada en muros y carteles de Coatlinchán, es el logotipo de un sitio de taxis en el pueblo y no hay casa que junto a su altar de la virgen de Guadalupe tenga una réplica de la “Piedra de los Tecomates”. Sin embargo, a pesar de esto, las voces jóvenes del pueblo declaran que “la piedra tomó su verdadero valor cuando se la llevaron”, antes de ello, su importancia se reducía a ser visitada los domingos para tomarse la fotografía obligada.
La historia es un constructo de perspectivas y versiones en donde no hay ni buenos ni malos, solo sujetos que responden a las circunstancias que los rodea. Así, la contraposición de versiones en La Piedra Ausente muestra que no hay verdades absolutas en la historia y evidencia que tanto la arqueología como la historia son disciplinas especulativas y llenas de incertidumbres.
La Piedra Ausente más que arrojar respuestas plantea preguntas; es una invitación, como afirma su autora Sandra Rozental, a reflexionar sobre la patrimonialización del pasado prehispánico de México, dejando al espectador libre de formular su propia postura, de construir su propia relación con nuestra historia.
LA PIEDRA AUSENTE TRAILER from AMBULANTE on Vimeo.