“Un edificio único”, así considera el arquitecto Raúl C. Nieto García, especialista en restauración de monumentos, al Tribunal del Santo Oficio. Probablemente es mejor conocido como el Tribunal de la Inquisición, sede del actual Palacio de la Escuela de Medicina.
Este inmueble ha pasado por diferentes etapas, pero fue entre 1732 y 1737 que el arquitecto Pedro de Arrieta le confirió su soberbio trazo y tomó medidas en el diseño, que incidirían en la solución que hoy se despliega en la esquina de Brasil y Venezuela, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
“Es un gran ejemplo de la arquitectura virreinal novohispana. Arrieta fue el arquitecto más importante de su tiempo, la primera mitad del siglo XVIII, y los miembros del Tribunal lo sabían bien”, precisó Nieto, presidente del Colegio Mexicano de Arquitectos Restauradores.
De esta manera, debido a la época y los cánones constructivos, su estilo corresponde a un edificio civil del periodo barroco novohispano, con materiales entonces en boga, como sillarejos de tezontle, en tonalidades que van del rojo al gris oscuro; cantera gris de los Remedios, en las ornamentaciones; cantera de Chiluca y recinto negro en los rodapiés.
Sin embargo, es su trabajo escultórico lo que le brinda su fuerte personalidad, transmitiendo un mensaje de majestuosidad y gran respeto. Así puede apreciarse, por ejemplo, el pancupé que se forma en la esquina, que además revela el interés por no desvincular el inmueble de la plaza.
“El rematar ‘achatando’ la esquina en pancupé, denota sin duda los conocimientos no sólo estilísticos y constructivos del maestro de Arrieta, sino la intención por adaptar y potencializar al edificio en su contexto urbano arquitectónico, que ya le precedía al momento de su concepción”, puntualizó.
Además de las dependencias destinadas a los servicios y viviendas de los funcionarios de la institución, el lugar contaba con salones, una bodega para el resguardo de los libros prohibidos, celdas y patios que le daban iluminación y ventilación.
La rítmica sucesión de arcos en dos niveles, distingue al patio principal y le confieren una categoría que no tiene igual en los edificios de su época. Las esquinas de la planta baja son un gran alarde constructivo, dado que para suprimir las columnas –especialmente la que obstaculizaría visualmente el ingreso desde el pancupé– Pedro de Arrieta optó por cruzar dos arcos, lo que le brindan sorprendentes resultados espaciales y visuales.
“Todo esto es visible gracias al resultado de los trabajos de rescate y restauración de los últimos 40 años, porque con las modificaciones del siglo XIX y XX, el inmueble distaba mucho de ser lo que ahora se describe”, enfatizó.
Luego de que el Tribunal fuera clausurado, en 1854, el inmueble tuvo diversos usos; entre otros, cuarteles, Cámara del Congreso y Escuela de Medicina (hasta que se trasladó a la Ciudad Universitaria). Sus muros han sido testigos de numerosos e importantes momentos de la historia del país, que bien merecen ser observados.
En la actualidad, este edificio alberga el Museo de la Medicina y funge como sede dependiente de la Facultad de Medicina, de la Universidad Nacional Autonóma de México (UNAM) con algunas dependencias auxiliares.
“A través del Patronato Universitario y de la Facultad de Medicina, la UNAM ha conseguido no sólo rescatar, sino conservar y mantener en uso (un uso vigente y de servicio a la comunidad) un monumento que, de otro modo, hubiera desaparecido total o parcialmente, inclusi transformado abruptamente desde hace tiempo. La labor que realiza es encomiable y digna de difusión”, finalizó el arquitecto Nieto García.
Un poco de lectura
Más allá del morbo y del mito en torno a la Inquisición, el arquitecto Raúl Nieto sugiere la lectura de dos relatos del México Virreinal: La Mulata de Córdoba y La Burla al Santo Oficio, los cuales aparecen en la obra de Luis González Obregón titulada México Viejo (Editorial Alianza, 1991).